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Pura Vocación

Pura Vocación

Soy maestra de Pedagogía Terapéutica, aunque también cuento con la especialidad de Educación Infantil. En 2019 conseguí mi plaza y, desde 2020, trabajo en mi localidad. De momento, todos los cursos los he desarrollado en el IES Juan Pérez Creus, centro que considero mi segundo hogar, a excepción del curso 2024-2025, en el que me trasladaron al CEIP Manuel Andújar.

Tengo la suerte de trabajar en el pueblo en el que nací y crecí. De hecho, trabajo en uno de los institutos de la localidad, el que fue en su día mi colegio de primaria.

Mi vocación se remonta a los años 1991-1992, cuando nacieron mis hermanos. Según cuentan mis padres, los utilizaba como "alumnos" para darles clase, actuando como una maestra seria y profesional… o al menos eso pensaba yo, ya que me enfadaba si se movían de su sitio o no me hacían caso.

A lo largo de toda mi infancia esa vocación me siguió acompañando. Siempre pensé que estaba "hecha" para ser maestra de Infantil —pues me encantaban los bebés y los niños pequeños—, algo que mis familiares más cercanos no tardaron en aprovechar. Sin embargo, no fue hasta el instituto cuando tomé verdadera conciencia, al coincidir y compartir clase con mi compañero José Ramón, diagnosticado con Síndrome de Down. Fue entonces cuando comprendí que lo que de verdad quería era poder ayudar y enseñar a alumnos como él: esa era mi auténtica vocación.

Por ello, en 2006 me trasladé a Granada y comencé mis estudios en la Facultad de Educación. En mi tercer curso, por circunstancias personales, regresé a Jaén y comencé con la especialidad de Infantil. Aun así, no conseguía quitarme de la cabeza la idea de terminar lo que realmente sentía como mi camino. Por eso, una vez completada Infantil, regresé a Granada y finalicé la especialidad que verdaderamente intuía que iba a ser mi trabajo para toda mi vida.

Pero el camino no terminaba ahí. Todo docente sabe que, si quiere ejercer, debe enfrentarse a las oposiciones. No fue en una, sino en cuatro convocatorias, con destinos muy diversos: Roquetas de Mar, Aguadulce, Granada; Orcera, Santisteban del Puerto y, por fin —y al menos por ahora— La Carolina. Localidad en la que he formado mi propia familia y donde mantengo la amistad con gran parte de mis familiares más cercanos.

Hoy, después de todo este recorrido, sigo levantándome cada mañana con la misma ilusión que aquella niña que jugaba a ser maestra en su salón. He aprendido que enseñar no consiste únicamente en transmitir conocimientos, sino en transformar vidas, tender puentes y abrir puertas. Eso es lo que me mueve: acompañar a mi alumnado —y a las futuras maestras y maestros— para que, juntos, logremos que la inclusión, la empatía y el aprendizaje real sean una realidad en cada aula.